Roberto Santoro, hombre común pero diferente

En 1939, tiempos en los que Antonio Sastre, Arsenio Erico y Vicente de la Mata causaban estragos a las defensas para conseguir un nuevo campeonato para Independiente, más precisamente, el 17 de abril nacía en la ciudad de Buenos Aires, Roberto Santoro.

Hijo de Salvador Santoro y de Emilia Delirio, vivió toda su vida en Chacarita en la casa de Fraga 568. Nunca se separó de ese lugar. Lo separaron porque el 1° de junio de 1977, un grupo de tareas lo secuestró en la Escuela Nacional de Educación Técnica n° 25 Fray Luís Beltrán, donde trabajaba, y desde ahí pasó a ser uno de los 30.000 desaparecidos de la última dictadura militar por las fuerzas que ocupaban el país.

Luego de terminar la escuela secundaria ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras con la idea de estudiar ambas carreras, pero la patria le demandó dos años de su vida en la Marina, motivo por el que tuvo que abandonar sus metas estudiantiles. Esa misma patria que después le secuestró su alma.

En 1962, a sus 23 años, publicó su primer libro: Oficio desesperado. Fundó y dirigió El barrilete, una revista literaria donde se dio cabida a los peotas del tango como Carlos de la Púa, Celedonio Flores y Homero Manzi.

Poeta, periodista, editor, ejerció tanto la militancia cultural, gremial y política, que por supuesto las combatía de la misma manera: a través de la poesía. En la década del ’60 se integró al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

Revolucionario en todo sentido, Santoro, recopiló varios textos que forman parte de Literatura de la Pelota, obra publicada en 1971, en donde reunió escritos acerca de la pasión por el fútbol, y logró la primera aproximación entre la cultura y el deporte. 

Trabajador, luchador, escritor, poeta y desaparecido, se definía así: «Sangre tipo A, factor Rh negativo, 34 años, una hija, 12 horas diarias a la búsqueda absurda, castradora, inhumana, del sueldo que no alcanza. Dos empleos. Vivo en una pieza. Hijo de obreros, tengo conciencia de clase. Rechazo ser travesti del sistema, esa podrida máquinasocial que hace que un hombre deje de ser hombre, obligándolo a tener un despertador en el culo, un infarto en el cuore, una boleta de Prode en la cabeza y un candado en la boca». (Revista Rescate, 16 de octubre de 1973).

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