Mario Benedetti, el nombre de la poesia

19 noviembre 2009

Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti, así lo llamaron su madre -quien no había terminado la primaria- y su padre farmacéutico, el 14 de septiembre de 1920. Pero de nada sirvió porque simplemente fue conocido como Mario Benedetti.

 

Nació en Paso de los Toros, Uruguay. Vivió una infancia y una adolescencia marcadas por las dificultades económicas. Por ese motivo, a los cuatro años, la familia se trasladó a Montevideo, ciudad a la que Benedetti dedicó numerosos poemas y nunca dejó de escribir, pese a su exilio.

A los 14 años empezó a trabajar vendiendo repuestos para automóviles. Luego fue taquígrafo, vendedor de libros y alfombras, empleado público durante cinco años, y de una inmobiliaria durante 15.

Su vida estuvo vinculada con Buenos Aires en varias oportunidades. Entre 1938 y 1941, vivió en esta ciudad, donde trabajaba como taquígrafo en una editorial y en cuya plaza San Martín, donde iba regularmente a leer, decidió ser escritor. Tras su paso por Argentina, regresó a Montevideo, donde comenzó con su carrera de periodista al integrar la redacción del semanario Marcha. En 1954 fue nombrado director del semanario, que era el más influyente de la vida política y cultural de Uruguay, y permaneció allí hasta 1974, año en que Marcha fue clausurado por el gobierno de facto de Juan María Bordaberry.

Su primer libro fue Esta mañana y otros cuentos, publicado en 1949. Pero recién Poemas de oficina, editado en 1956, fue el que tuvo un gran impacto en el público de la poesía y dio inicio a la creciente difusión de sus obras. Con la novela La tregua, publicada en 1960, Benedetti adquirió transcendencia internacional, ya que el texto fue llevado al cine por Sergio Renán, traducido a 19 idiomas y también adaptado para radio, teatro y televisión. Además La tregua estuvo nominada al Oscar como mejor película extranjera.

En 1973, después del golpe militar en Uruguay, debió abandonar su país por sus posiciones políticas. Primero emigró a la Argentina, luego a Perú, en donde fue detenido, deportado y amnistiado. En 1976 se instaló en Cuba y un año mas tarde en España. Recién diez años después pudo regresar a Montevideo, donde lo esperaba su esposa que se había quedado para cuidar a las madres de ambos.

Nuevamente en casa, Benedetti fue miembro del consejo editorial de la revista Brecha y comenzó a recibir una sucesión de premios literarios internacionales, doctorados honoris causa en España y en Cuba, homenajes, encuentros masivos y atención mediática.

Escribió en todos los géneros. Fue cuentista, novelista, dramaturgo, ensayista, periodista y poeta. Publicó más de 80 libros. Artistas como Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Daniel Viglietti, Soledad Bravo y Pablo Milanés, entre otros, interpretaron algunos de sus más famosos poemas y los transformaron en parte de la música popular.

En los últimos diez años, debido al asma y por recomendación médica, el escritor alternaba su residencia entre España y Uruguay, tratando de evitar el frío. Pero al agravarse su estado de salud, ayudado por lo dificultoso que fue para él la muerte de su esposa en 2006, permaneció en Montevideo.

Luego de varias internaciones en el 2008 y 2009, se despidió del mundo literario el 17 de mayo de este año, en su casa, tras 88 años de lucha, de dedicación política, de literatura, más precisamente de poemas, género que amaba y que aman los que tuvieron la dicha de leer una de sus obras.


Roberto Santoro, hombre común pero diferente

4 noviembre 2009

En 1939, tiempos en los que Antonio Sastre, Arsenio Erico y Vicente de la Mata causaban estragos a las defensas para conseguir un nuevo campeonato para Independiente, más precisamente, el 17 de abril nacía en la ciudad de Buenos Aires, Roberto Santoro.

Hijo de Salvador Santoro y de Emilia Delirio, vivió toda su vida en Chacarita en la casa de Fraga 568. Nunca se separó de ese lugar. Lo separaron porque el 1° de junio de 1977, un grupo de tareas lo secuestró en la Escuela Nacional de Educación Técnica n° 25 Fray Luís Beltrán, donde trabajaba, y desde ahí pasó a ser uno de los 30.000 desaparecidos de la última dictadura militar por las fuerzas que ocupaban el país.

Luego de terminar la escuela secundaria ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras con la idea de estudiar ambas carreras, pero la patria le demandó dos años de su vida en la Marina, motivo por el que tuvo que abandonar sus metas estudiantiles. Esa misma patria que después le secuestró su alma.

En 1962, a sus 23 años, publicó su primer libro: Oficio desesperado. Fundó y dirigió El barrilete, una revista literaria donde se dio cabida a los peotas del tango como Carlos de la Púa, Celedonio Flores y Homero Manzi.

Poeta, periodista, editor, ejerció tanto la militancia cultural, gremial y política, que por supuesto las combatía de la misma manera: a través de la poesía. En la década del ’60 se integró al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

Revolucionario en todo sentido, Santoro, recopiló varios textos que forman parte de Literatura de la Pelota, obra publicada en 1971, en donde reunió escritos acerca de la pasión por el fútbol, y logró la primera aproximación entre la cultura y el deporte. 

Trabajador, luchador, escritor, poeta y desaparecido, se definía así: «Sangre tipo A, factor Rh negativo, 34 años, una hija, 12 horas diarias a la búsqueda absurda, castradora, inhumana, del sueldo que no alcanza. Dos empleos. Vivo en una pieza. Hijo de obreros, tengo conciencia de clase. Rechazo ser travesti del sistema, esa podrida máquinasocial que hace que un hombre deje de ser hombre, obligándolo a tener un despertador en el culo, un infarto en el cuore, una boleta de Prode en la cabeza y un candado en la boca». (Revista Rescate, 16 de octubre de 1973).